NOTA: NANU QUINTEROS
Ni la lluvia ni el frío fueron suficientes para acallar el grito de miles de personas que salieron a marchar por la educación pública, desde Congreso a Plaza de Mayo.
Alrededor de las 17 horas, con bombos y cantitos, la 9 de Julio ya estaba colmada de miles de estudiantes, docentes, no docentes y organizaciones estudiantiles, todos reunidos bajo una misma consigna, “La educación pública no se vende, se defiende”.
Soy la primera generación de mi familia que llegó a la universidad y se egresó. Soy hija de un tipo que apenas terminó el secundario y de una mujer que dejó una carrera universitaria en stand by para dedicarse a su marido y a sus hijos.
Soy hija de la lucha.
Este gobierno neoliberal y represor nos carcome la cabeza todos los días a través de los medios hegemónicos y de postre se sirven el hambre del pueblo, vienen por todo y por todos, bajo la excusa de un futuro mejor, de una “revolución de la alegría”.
Aquellos que “caímos” en la educación pública sabemos lo que es no tener clases por falta de luz o de agua, que no haya sillas, que no haya estufas en las aulas o en el peor de los casos, que no funcionen y miles de sucesos del día a día al que todo estudiante se enfrenta.
Sin embargo, hay algo que nunca van a poder arrebatarnos; este hambre insaciable de cambiarlo todo, de luchar por lo que nos pertenece, porque sí, nos pertenece y es una educación pública, gratuita y de calidad.
El mate, los resaltadores, los apuntes, los parciales, los coloquios, los finales, los profesores, los compañeros, las noches interminables de estudio, el café. La facultad.
Ojalá pudieran ver y sentir, los que aseguran que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad, todo lo que genera poder estudiar, porque los pobres si llegamos a la universidad y no sólo eso, la defendemos con orgullo y no la negociamos y no la elegimos solo por ser gratis, también elegimos calidad y prestigio.
Para ellos, “nuestros dirigentes”, que los hijos de los trabajadores accedamos a la educación pública de calidad es un gasto, que haya universidades por todos lados está mal, porque nos quieren ignorantes, nos quieren masticando todo lo que los medios nos muestran muy cuidadosamente, no vaya a ser cosa que en una ráfaga de rebeldía el poder se les vuele.
Pero acá estamos, fuimos más de 350 mil personas en la plaza de las madres y abuelas, somos el grito que viene desde abajo, ese que te hace arder las entrañas, la construcción imparable de la lucha, de la revolución que está siendo, esa que va a estar en la calle cada vez que el Estado no nos garantice nuestros derechos.
El reclamo fue claro: Mayor presupuesto a las universidades públicas y aumento salarial a los docentes.
Que tiemble el gobierno, que las aulas y las calles hoy más que nunca son del pueblo.
Somos la lucha que crece en tu nariz, esa que te tiñe de verde las calles por cada piba que no está para contarlo y somos los mismos que salen a pedir por más y mayor educación, esa juventud que tildan de perdida está más organizada y afilada que nunca.
El tema acá es, vos, ¿De qué lado de la mecha te encontrás? Porque de éste lado, la educación pública y los pibes estamos más de pie, que nunca.
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