NOTA: GUILIANA MEDILUCE

FOTOS: IÑAKI VILLA

No importó la lluvia ni el resultado, las mujeres van a seguir el reclamo de decidir sobre sus propios cuerpos. El Senado no demostró estar a la altura.

Hay una confluencia de sentimientos que se apoderó de la Plaza de los Dos Congresos. La bronca, la tristeza y la impotencia pululan entre los hombres y las mujeres que ayer se vistieron de verde para marchar una vez más por la ley de despenalización del aborto.

Tras 15 horas de debate y exposiciones, el Senado rechazó el proyecto de ley que ya tenía media sanción en Diputados y que legaliza la interrupción voluntaria del embarazo. La maratónica sesión empezó el miércoles por la mañana y desembocó en un final poco sorpresivo dentro de la Cámara: 38 votos en contra, 31 votos a favor y dos abstenciones determinaron la negativa de la implementación.

A pesar del frío, fuera del recinto la calle no dejó de hacerse oír. Miles y miles de manifestantes que exigían el aborto legal se apostaron desde el mediodía en las principales avenidas de la Ciudad: Callao, Córdoba, Avenida Rivadavia y Avenida de Mayo rebalsaban de carpas y gente que tocaba bombos, elevaba cánticos, pero que por sobre todo tenía esperanza.  

Si bien no eran mayoría, los “celestes” también tuvieron su lugar. Separados por un enrrejado que visibilizó la brecha entre ambos grupos, los opositores a la sanción de la ley ocuparon Avenida Hipólito Yrigoyen con panfletos anti abortistas, y los famosos bebés gigantes, que despiertan controversia en todas sus marchas.

A las seis de la tarde, la Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Gratuito instó a un pañuelazo. Como un deja vu de lo que pasó en Diputados, las principales calles fueron atravesadas por una ola verde, que poco tenía que ver con la lluvia que ya empezaba a golpetear fuerte entre los ciudadanos y las ciudadanas que unificaban sus voces al compás de “el pueblo ya votó”.

Entre las diferentes expresiones artísticas y las leyendas abortistas que se adueñaron de las calles, un pasacalle en la 9 de Julio robaba toda la atención: “Estamos haciendo historia”. Abuelas, madres, hijas, mujeres de todas las generaciones y de todos los estratos sociales pujaban por el mismo fin. Actrices, mediáticas y emblemas de la cultura argentina hicieron breves apariciones en la Plaza, que entrada la noche ya estaba acondicionada para albergar a miles de personas durante una vigilia histórica.

Para la madrugada los kioscos se habían quedado sin cigarrillos, los puestos de merchandasing de la Campaña se habían vaciado, los puestos de choripanes eran el manjar de la velada. Al frío lo combatían con fogatas improvisadas y el mate no dejó de ser el tesoro valioso que se pasaba de mano en mano entre amigos y desconocidos, y que calmaba la ansiedad de la espera. Además de los cantos y las batucadas, cada tanto algún abrazo y grito ahogado entre dos compañeras que se encontraban entre la marea de gente robaban la atención.

La esperanza de los manifestantes que se embadurnaron de verde la cara, el cuerpo y el corazón se difuminó cuando por altoparlante se comunicó la decisión del Senado. Los 38 votos en contra pesaron como un ancla en todos los que anhelaban la ley que incluía en la salud pública a mujeres de clase alta y clase baja por igual, y que terminaría de una vez por todo el negocio del aborto clandestino.

Ante la desazón y la bronca, un grupo de manifestantes arrojó piedras y objetos a la policía, que reprimió y se llevó detenidos a 8 personas, pero que además no se privó de tirar gas lacrimógeno a la multitud en la que también se encontraban niños que vinieron con sus familias.

El pensamiento era uno solo: el Senado no supo escuchar el pedido de miles. El consuelo de que el proyecto se podrá tratar en la Reforma del Código Penal o en nuevas sesiones de la Cámara en marzo del 2019 no alcanzó.

La Plaza se unificó en el dolor, pero también en la promesa de no bajar los brazos, ni aminorar la lucha. Esta madrugada los manifestantes, pero sobre todo las manifestantes levantaron una vez más el pañuelo por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito y gritaron bien fuerte: “todavía no estamos derrotadas”.