POR LUCAS PALARINO -La banda de Mataderos llenó de mística este recinto de Capital Federal. Repasó sus mejores éxitos y conmovió a todos los presentes. Perro Indio fue quien abrió la velada y, la verdad, es que superó todas sus expectativas, hasta las propias. (FOTOS: CARLA RUFFOLO)

Tarde de otoño. El reloj marcaba las 19 y la muchedumbre ya se acumulaba sobre la Avenida Rivadavia al 7800, la calle Pergamino y Campana (su continuación) y la esquina del viejo bar. Banderas de González Catán, El Jagüel, La Tablada, Rafael Castillo y muchas otras zonas de la Provincia de Buenos Aires demostraban el amor por Nagual, la vedette de la noche.

Adentrándonos en la velada, ya eran pasadas las 20, cuando Perro Indio hizo sonar los primeros acordes de sus potentes canciones. Excelente puesta en escena de la banda liderada por Rodrigo Álvarez, quien con su guitarra SG distorsionada y sin pedales por demás, logró una hermosa comunión con el público presente. Público que además conocía mucho sus temas, saltando, coreando y quedando en la temperatura justa para recibir a quienes iban a cerrar la jornada…

Aplausos para Perro Indio porque fueron funcionales al show. Cumplieron con todos los requisitos de una banda telonera. Ser concisos, levantar a la gente, transmitir alegría y llegar a que te canten “una más y no jodemos más”.

Finalmente, cuando las agujas marcaron las 21:15, se apagaron las luces y salió Nagual con su estruendoso Gualichu. Ahí pisaron fuerte y dejaron en claro que iban dar un recital bien al palo.

¿El sonido? 10 puntos. Se escuchaba todo perfectamente. Los gritos desgarradores de Ciriaco, que son sentimiento puro. El bajo del Fachu hacía mover el pie. El Tío perforaba cuerpos con sus filosos solos de guitarra. Judas tratando a su viola como a una bailarina y moviendo su cuerpo como si se arrastrara en el escenario. Agustín siendo el pulso de la banda, como siempre esa fuerza con la que le da a los parches de la batería. Y David generando los clásicos coros en la gente con su melódico saxo.

GALERIA COMPLETA: NAGUAL TEATRO FLORES

Momento para unas increíbles luces láser que salían desde el escenario cuando tocaron El Acuerdo. Es para destacar la puesta en escena que desplegaron en pantallas e iluminación. Todo un avance en la banda. Muchas imágenes del clásico fuego nagualero de fondo, el humo, el legendario pie de micrófono de Ciriaco, el olor a Palo Santo. Todo muy místico.

Emotiva como siempre la bellísima Voces, que hizo emocionar a más de un padre con su hijo. Llegó el espacio para el único invitado de la noche en Hacia La Montaña, Rodrigo Álvarez (Perro Indio) para gritar con fuerza “ACÁ NO SE CAMBIA”. Ya promediando el show no iban a dejar afuera de la lista a Felicidad ni Día Tras Día.

El cierre fue como ya acostumbra Nagual hace años, con Whipala. Ese hermoso carnavalito, en el cual Ciriaco cambia guitarra por charanguito y los colores de la conocida bandera inundaron la sala. La Pachamama presente en Flores.

No voy a obviar una apreciación personal: Nagual pide más pista. Nagual puede volver a llenar un Obras o un Malvinas. Tiene con qué hacerlo. Merecen hacerlo. Ellos y su público. Nagual sigue marcando fuerte su huella en el under (y no tanto en el under ya). Nagual juega en las grandes ligas, pese a quien le pese. Nagual es rock, es reggae, es carnavalito, es comunión. Y como bien significa su nombre: son fieles compañeros.